domingo, 25 de agosto de 2013

Los siete pecados capitales de la educación

Extraido del artículo de Javier Martínez Aldanondo, Gerente de Desarrollo de Proyectos en Chile de GEC (Grupo UOC): Accede al este artículo de Javier Martínez Aldanondo pinchando aquí.

Creo que merece la pena comenzar haciéndonos la siguiente pregunta  ¿Cuál es el impacto que ha tenido la tecnología en la educación? Desgraciadamente el impacto ha sido nulo. Vivimos una intensa revolución tecnológica pero la educación apenas ha hecho nada para adaptarse al nuevo perfil de alumno que ha aparecido hace ya algún tiempo. Así como un científico, un soldado o un médico del siglo XIX sería incapaz de manejarse en un laboratorio, un campo de batalla o un quirófano actual, un profesor sin embargo no tendría ningún problema en adaptarse, situarse ante la pizarra, tiza en mano, y rememorar la conocida frase de Fray Luis de León: “Como decíamos ayer…” ¿Es esto lógico? Las autoridades políticas y económicas se llenan la boca con palabras como “innovación” y “emprendimiento”. ¿Dónde está la innovación en el aprendizaje?

Primer pecado: Las personas aprenden escuchando o leyendo.
Es un error pensar que una persona aprenderá automáticamente por el hecho de exponerla a determinada información, colocándola frente a un profesor o, en su lugar, ante unos contenidos digitalizados. Las personas no aprenden escuchando o leyendo. La rancia tradición que todos hemos vivido consiste en un profesor que se supone que sabe y explica lo que sabe, y un grupo de alumnos que se supone que escuchan y aprenden. Demasiadas suposiciones. En el modelo “yo sé, tú no sabes, yo te cuento”, el profesor hace el 95% del trabajo cuando quien debería hacer el esfuerzo realmente es el alumno, que es quien necesita aprender.

Y es otro error, relacionado con el anterior, pensar que validamos el conocimiento a través de un examen. En un examen, lo que medimos es la memoria pero nunca el entendimiento, medimos la capacidad de aprobar exámenes pero no si el alumno ha entendido, si ha comprendido el por qué. Y no importa mucho que 2 meses después el examinado ya no recuerde gran cosa. ¿Qué hay en una clase que no haya en un libro? Sólo las respuestas a preguntas imprevistas de los alumnos, cosa poco frecuente por lo demás. Los alumnos, sobre todo en la universidad, descubren que pueden faltar a clase y les va igualmente bien. El resultado de este modelo lo conocemos todos: Lo que se memoriza se nos olvida (pensemos en cuantos exámenes de los que hicimos durante la carrera seríamos capaces de aprobar a día de hoy) y lo que recordamos no somos capaces de aplicarlo.


La experiencia y el sentido común nos dice algo totalmente diferente. Las personas aprenden: 
  • ƒ Haciendo (learn by doing). 
  • ƒ Persiguiendo objetivos que les importan a ellos (motivación). 
  • ƒ Equivocándose y reflexionando sobre cómo resolver los problemas, por lo general con la ayuda de alguien más experimentado. 
  • ƒ En un entorno seguro, libre de riesgos y con apariencia de trabajo real que alienta la experimentación, el razonamiento, la toma de decisiones y vivir las consecuencias de esas decisiones. 

Todos hemos nacido con una intrínseca pasión por aprender, todos sabemos aprender, de no ser así no seguiríamos vivos. Hemos aprendido habilidades muy complejas como caminar, hablar, escribir, nadar, andar en bici, conducir, liderar equipos, escribir artículos … y lo hemos hecho siempre de esa manera. HACIENDO, cometiendo errores y buscando la manera de rectificar. Es decir, primero va la Práctica y luego la Teoría, algo difícil de aceptar para la mayoría. Y si no creen que aprender a hablar es complejo, 
busquen cuantas maquinas conocen con capacidad de mantener una conversación. 

Si se fijan, hasta que tenemos 6 años nos valoran por las preguntas que hacemos, sin embargo a partir de los 6 años, nos empiezan a medir por nuestras respuestas. ¿Qué ha sucedido? El niño ha empezado el colegio. La educación formal se convierte en una camisa de fuerza que neutraliza el interés y el enorme caudal de motivación que cada niño tiene por conocer el mundo en el que vive. Nos damos el lujo de desperdiciar una energía de valor incalculable.

Tener a un grupo de niños durante años, sentados en un aula 7 horas al día, escuchando la clase de un profesor determinado, el mismo día, a la misma hora, sin poder hablar, en un rol totalmente pasivo, no es la mejor manera de afrontar un proceso tan decisivo como la educación y el aprendizaje. No es la fórmula ideal para prepararles para la vida que les espera. Aunque la vida son  fundamentalmente relaciones y convivencia con sus semejantes, el momento para socializar es la media hora del recreo. 

¿Se imaginan entonces lo que resulta para un niño ese calvario que significa la escuela? Imagino que sí, todos lo hemos vivido y al final de cuentas, lo que acabamos recordando del colegio es a nuestros compañeros, los recreos, algunas experiencias extracurriculares como convivencias y campamentos, anécdotas relevantes y uno que otro profesor aislado que nos dejó una huella particular. La escuela funciona bajo el modelo de fábrica heredado de la revolución industrial y obviamente, para la mayoría de los niños, se convierte en una pequeña tortura. Se convierte en una cárcel donde no pueden dejar de mirar al reloj esperando la hora de terminar para salir de estampida. Ya ni siquiera la espada de Damocles de los exámenes o las malas calificaciones les afectan. Por mucho aprendizaje y trabajo en grupo que se predique, los exámenes son individuales y fomentan la competición y no la colaboración cuando en la empresa nadie puede trabajar solo y lo que se valora es el trabajo en equipo. ¿Por qué? No he conseguido averiguarlo. 

Lo peor de esta herencia centenaria es que se genera en nosotros una inercia de asumir el aprendizaje como algo externo, que viene de fuera y donde nosotros no somos los auténticos protagonistas ni los responsables. Increíblemente cuando un profesor plantea una sesión donde los que deben hacer el trabajo son los alumnos, estos reaccionan negativamente ya que eso pone en peligro su estatus de comodidad al que están acostumbrados. Han perdido toda iniciativa. Creemos que por el hecho de escuchar o leer vamos a ser capaces de aprender a HACER eso que nos tratan de enseñar. 

Lo que debemos evaluar es Comportamiento y no Conocimiento. Es una ilusión pretender que vamos a influir o modificar el comportamiento de la personas para que hagan las cosas de otra manera por el hecho de darles un discurso. Y de nada sirve que los alumnos memoricen ingentes cantidades de datos, de nada sirve que sepan toda la teoría si eso no se traduce en mejoras de desempeño, en que hagan mejor su trabajo que es por lo que nos evalúan y nos pagan a fin de mes.

Para avanzar en esta dirección, la estrategia tiene que ser otra: Tú  practica y cuando tengas problemas, nosotros te ayudamos. 

Los problemas que enfrentamos cotidianamente no vienen por la falta de conocimiento ni de capacidades y no se solucionan por la vía racional, es un tema de relaciones, es decir de emociones y esto rara vez se trabaja en las aulas tradicionales.

Segundo pecado: El Tecnocentrismo, la tecnología por delante de las personas.

Esta es la historia de una reunión de herramientas que intentaban arreglar sus problemas en una carpintería. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le dijo que renunciara. ¿La causa? ¡Hacía ruido! El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, ya que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque el tornillo aceptó también, pero pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato. La lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro, que se pasaba el día midiendo a los demás, como si fuera el único perfecto. En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo y la tosca madera inicial se convirtió en un bonito mueble. Cuando la carpintería quedó vacía, tomó la palabra el serrucho. «Tenemos defectos, pero el carpintero ha trabajado con nuestras cualidades. Es lo que nos ha hecho valiosos». La asamblea encontró que el martillo era fuerte, el tornillo unía, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad.

Una de las conclusiones que se desprende de la historia es que lo más importante para hacer una mesa no es la madera, ni los clavos, el pegamento o las herramientas sino el carpintero. Aunque me regalasen toneladas de caoba, yo sería incapaz de hacer una mesa decente.Lo realmente importante del aprendizaje es que las personas aprendan a hacer aquello que necesitarán para hacer mejor su trabajo y lo de menos es la modalidad de aprendizaje o la tecnología empleada. La tecnología no resuelve nuestros problemas, no responde las preguntas, son las personas la que lo hacen. El mundo es posible sin tecnología, pero no lo es sin personas.

Si miramos hacia el futuro, la Generación X (juegos), la Generación Net (Internet) y la Generación Pulgar (SMS, mando a distancia) están acostumbradas a ser protagonistas activos de sus propias historias. El aprendizaje lineal tiene problemas con cerebros que han crecido en el hipertexto, en la no secuencialidad, en el PC y los juegos y en surfear en Internet. Escuchar es complicado y muchas veces aburrido. Por esa razón a los niños no les agrada el colegio, no por difícil sino porque se aburren. Cuando escuchas, es fácil distraerse, el cerebro vuela y uno se pone a pensar en otras cosas que le interesan o le preocupan. Y escuchar también es más cómodo, requiere mucho menos esfuerzo. Sin embargo, hacer es divertido.Cuando haces te involucras, lo que estás haciendo te pertenece, es algo tuyo. Cuando haces, tienes los 5 sentidos en ello, no te distraes ni te desconectas tan fácilmente. Pero al mismo tiempo hay que vencer la pereza, hay que esforzarse, hay que trabajar, nadie puede aprender por nosotros como nadie puede comer o dormir por nosotros. Es un fenómeno personal e intransferible. 

Yo hice en su momento un curso de inteligencia  emocional donde jamás empaticé con nadie o un curso de dirección de  reuniones donde en ningún momento dirigí reunión alguna. ¿Es eso efectividad?

Tercer pecado: Infocentrismo, la información por delante de las  personas.

“No necesito saberlo todo. Tan sólo necesito saber dónde encontrar lo 
que me haga falta, cuando lo necesite”. (Albert Einstein) 

Imagino que todos estaremos de acuerdo en que la educación no consiste en aprobar asignaturas. No se trata de aprehender sino de aprender y esto ocurre a base de experiencias y emociones y no de memorización de datos. ¿Alguien puede aprender a ser padre sin pasar por la experiencia de criar un hijo? Tomando prestado el término de Alfons Cornella, vivimos en la era de la infoxicación, es decir la intoxicación por información. Ante tal avalancha de datos, lo único que estamos logrando es pasar de formar a informar y acabar por deformar. En Internet no se navega, en Internet se naufraga. No nos hace falta MÁS información. Lo que le debemos pedir a un buen programa de aprendizaje es que permita al alumno realizar todas las acciones que la vida exige a un profesional de cualquier campo.

En lo que respecta a la formación de profesionales existe una queja recurrente, a saber, que la formación de dichos profesionales dista mucho de ser eficaz. Es decir, no estamos produciendo profesionales que al terminar su formación sepan HACER aquello que se necesita para desempeñar bien el trabajo al que están destinados. La explicación a este fenómeno es sencilla: Nuestros sistemas de formación producen personas que tienen muchos conocimientos pero que no saben ponerlos en práctica en el día a día de las empresas y organizaciones. Y esto ocurre porque existe una gran distancia entre la teoría y los métodos enseñados en las aulas, por una parte, y la práctica cotidiana en el trabajo, por la otra.

Hace ya algún tiempo que suena una frase muy simple. Aprender ya es una habilidad clave y va a ser LA HABILIDAD clave en el futuro. Claro que para enseñar a aprender, primero hay que aprender a enseñar y eso implica DESaprender, ser capaz de poner en duda lo que hasta hace poco se consideraba una certeza, mirar las cosas desde nuevos ángulos y perspectivas. Hay una estadística que señala que en los próximos diez años, el 80% de las tecnologías utilizadas hoy en día serán obsoletas y que en promedio, un ciudadano medio de nuestra generación se desempeñará en al menos 12 trabajos diferentes a lo largo de su vida. 

“La razón es poco convincente”. (Borges) 

Cuarto pecado: Los colegios y universidades saben lo que necesitamos aprender para vivir en la sociedad del siglo XXI.

No es mucho lo que sabemos acerca del futuro. Pero lo que sí podemos asegurar por experiencia es que será muy diferente del presente y que los conocimientos vigentes actualmente pronto estarán obsoletos. Hace no mucho tiempo, era habitual que un joven aprendiese una serie de habilidades que con seguridad le servirían para desempeñarse durante toda su vida. Las cosas han cambiado mucho. Necesitamos un enfoque diferente para preparar a los jóvenes actuales para un mundo donde la mayoría de los profesionales realizan trabajos que ni siquiera existían cuando nacieron. Cuando el mundo cambiaba a un ritmo lento, los colegios y universidades no tenían problemas para formar licenciados perfectamente capaces de desempeñarse en aquellos campos que habían estudiado. Hoy necesitamos licenciados que sepan desempeñase en campos que NO han aprendido, en profesiones que no existían cuando estudiaban. Lo que debe hacer la educación es prepararlos para enfrentar un mundo que va a ser diferente al que conocieron en el colegio y en el que van a tener que ser innovadores y emprendedores más que ejercer conocimiento. 

Hoy ya no le podemos pedir a la escuela que enseñe a memorizar y recordar sino a encontrar, usar y aplicar información, pensar críticamente, razonar, decidir y en definitiva innovar. El entorno ha cambiado. La escuela tiene que preparar gente adecuada para este nuevo entorno. Antes existía una carestía de información y quien disponía de ella tenía una ventaja incomparable. Hoy la información es excesiva, abundante, de rápida caducidad, nos abruma, ya no es una ventaja. Ahora la falta de conocimiento viene más por la sobredosis de información que por su ausencia. Antes importaba recopilar el máximo de información, hoy importa procesarla adecuadamente. Antes una carrera universitaria significaba trabajo para toda la vida. Hoy sabemos que el aprendizaje tiene que ser permanente. Antes había una edad para estudiar y otra para trabajar. Ahora sabemos que no dejaremos de estudiar durante toda nuestra vida. 

¿Estamos de acuerdo en lo que entendemos por ciudadano educado para el Siglo XXI? Parece obvio que NO. Si en el colegio los niños deberían aprender cosas que les serán de utilidad en la vida adulta, entonces el currículum del año 2004 no puede ser el mismo que el de hace 100 años. Sin embargo basta con echar un vistazo a lo que tienen que aprender nuestros hijos en el colegio: Literatura, química, filosofía, historia, matemáticas,… Seguimos considerando intelectuales a aquellos especialmente ilustrados en humanidades que mantienen la reputación de cultos. Se titulan miles de licenciados en geografía e historia, filosofía, arte o filología porque seguimos pensando que en eso consiste formar ciudadanos bien educados. Decidimos que en los colegios se aprenda álgebra y trigonometría en lugar de nociones básicas de negocio/empresa, medicina/salud/nutrición o inteligencia emocional. Cuando hacemos más hincapié en aspectos intelectuales (latín, física, gramática) en lugar de aspectos humanos como relaciones interpersonales (pareja, hijos, amigos, compañeros), comunicación, gestión de si mismo, pensamiento crítico o creatividad es porque seguimos arrastrando la visión de la educación de remotas épocas elitistas. ¿Alguien piensa que es importante saber mecanografía a día de hoy? Por un lado, la mayoría de las personas son incapaces de expresar por escrito y con claridad sus pensamientos. Por el otro, el ordenador, el e-mail y en cierta medida el e-learning han traído consigo que la gente haya tenido que volver a escribir cuando habían pasado años sin apenas hacerlo. Yo no quiero calcular la cantidad de horas que he perdido por mi impericia frente al teclado de mi PC. No creo que tardemos mucho tiempo en hablar y dictar a los ordenadores pero mientras tanto…

¿Todos los profesionales son iguales? ¿Todos los médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, consultores? En realidad, debiesen serlo ya que todos han estudiado lo mismo. Sin embargo ¿Por qué escojo un pediatra 
para mi hijo y no otro? ¿Le pido acaso su currículum y la nota que sacó en la asignatura correspondiente? ¿Por qué hay médicos mejores que otros, que solucionan cosas que otros no pueden?

La conclusión es clara: No podemos seguir enseñando las mismas cosas y de la misma manera. La educación y la formación son aburridas, demasiado serias y dejan escaso margen al entretenimiento. Los profesores deben jugar un papel diferente, y que será más importante que el que han desempeñado hasta ahora porque la información y conocimiento que antes transmitían, hoy ya están disponibles en múltiples formatos. Para eso deben hacer un esfuerzo para salir de la certeza y la pereza intelectual en la que muchos están instalados y dejar de trasmitir a los alumnos como bustos parlantes. La mayoría no están todavía por la labor aunque al menos reconocen que algo no funciona, tienen muchos mas problemas para llegar a los alumnos como lo hacían antes. Hoy en día un profesor apenas innova, no crea, no emprende. Se le empieza a considerar un eslabón que cada vez aporta menos valor. Transmiten lo que ya pasó (historia) en lugar de ayudar a preparar el futuro (a partir de la historia) y crear retos donde los alumnos deban recurrir a esa historia. Este rol es más difícil, mas incomodo que simplemente recitar y examinar. Pero es una oportunidad única de revalorizar su esencial rol social, hoy en día fuertemente desprestigiado y desprotegido y dejar de vivir en un mundo diferente al de sus alumnos.

Los buenos maestros alientan la experimentación y a no tener miedo al error y reconocerlo como oportunidad para mejorar y aprender, considerándolo como un derecho fundamental del ser humano. "Perdiendo aprendí: más vale lo que aprendí que lo que perdí". Además, cuanto más complejo el tema en cuestión, más necesario es el tutor. Las escuelas y universidades deben convertirse en centros referenciales tanto para la comunidad como para el mundo profesional y salir de ese aislamiento que los mantiene como laboratorios estanco al margen del resto.

¿Por qué existe fracaso escolar? ¿Fracasan los alumnos o la escuela que resulta soporífera para ellos? ¿O serán los profesores? Lo más fácil siempre es culpar al niño. 

Necesitamos colegios y universidades que se preocupen por que sus “clientes” tengan experiencias educativas inolvidables, que les lleven a volver y repetir. En la Universidad tradicional el cliente es fiel durante 5 años y se marcha pero como los profesores permanecen, se convierten en el eje de la institución. Sin embargo, para cualquier organización y más todavía en la sociedad del conocimiento, el eje son los clientes, y su misión debiese consistir en hacer todo lo posible para que disfruten de su experiencia y vuelvan. l reto de la universidad es tener alumnos permanentes que vuelven una y otra vez gracias a la necesidad de aprendizaje permanente: fidelizarlos. 

¿Tiene sentido pedir a las instituciones educativas que lideren el diseño del nuevo currículum para la sociedad del conocimiento? Mi opinión es que no. ¿Y pedírselo a la clase política? Tampoco. El anzuelo tiene que gustarle al pez y no al pescador.

Quinto pecado: El aprendizaje ocurre independientemente de la motivación.

“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”. (Albert Einstein) 

Realmente tampoco es mucho lo que sabemos sobre aprendizaje ni sobre el funcionamiento de cerebro. Pero lo poco que conocemos indica que la motivación juega un papel muy importante. Por desgracia, tampoco sabemos demasiado sobre motivación pero de nuevo, somos conscientes de que es más fácil desmotivar que motivar. Y también sabemos que la mayor parte de lo que deben aprender los alumnos, en entornos educativos o laborales, no resulta motivante de por si. Para aprender, como para casi todo en la vida, hace falta pasión. A fin de cuentas, motivar, en el caso de la educación, no es otra cosa que lograr que una persona quiera aprender.

Si hay algo difícil, es tratar de enseñar algo al que no desea aprender. Pero todo ser humano, en condiciones normales, tiene metas que desea poder alcanzar. Y para ello necesita obtener información, desarrollar habilidades … es decir aprender. Lo que podemos afirmar es que detrás de todo comportamiento humano, existen unos intereses, unos objetivos que alcanzar y unos motivos que nos impulsan a alcanzarlos. Y por ello, no es posible que exista aprendizaje verdadero sin tener en cuenta esos objetivos que motivan a alumno.

Si algo no nos interesa especialmente, si no nos afecta, no le hacemos demasiado caso. En el colegio, memorizamos datos que se quedan en la memoria a corto plazo y son rápidamente sustituidos por otros datos nuevos. Salen de la boca del profesor a nuestro oído sin pasar por el cerebro y sin dejar huella ni impacto profundo. Por eso no es que lo olvidemos, es que nunca lo aprendimos. 

¿Cuál es la principal motivación para que un niño vaya al colegio? ¿Ir a estudiar? ¿La clase de gramática o la de química? ¿Hacer los deberes? ¿Las notas? ¿O tal vez el recreo donde jugar con los amigos, las excursiones, los campamentos, los deportes, los trabajos en grupo, el laboratorio? Los alumnos no van para aprender, van a aprobar exámenes y sacar un titulo que les permita acceder a un trabajo. Lo que no entra en el examen no importa. Recuerdo que cuando hacía un examen, me llamaba la atención que como mucho, me preguntaban acerca del 20% del total de la materia. Nunca oí a nadie protestar: ¿Qué pasa con el otro 80% que no me preguntan? Nadie verifica si lo se o no lo se. La realidad demuestra que no importa demasiado. Tras el examen, si mi nota es un 5, me quedo sin saber en que aspectos me equivoqué y porqué. Por si fuese poco, existen posibilidades de aprobar un test sin tener ni idea del asunto (por simple suerte o probabilidad) o incluso un examen escrito (copiando por ejemplo). Sin embargo es imposible demostrar desempeño sin tener ni idea. 

En general, a los alumnos no les interesa demasiado lo que estudian. No recuerdo a nadie apasionado por el logaritmo neperiano o el sujeto y el predicado (aunque si por el fútbol, el cine, los coches o los animales). ¿Por qué aprender trigonometría y no alfarería? ¿Por qué esa obsesión en enseñarme gramática cuando llevo ya varios años hablando perfectamente el idioma? Una de las frases típicas del profesor de turno es: ¿Lo habéis entendido? ¿Alguna duda? Ya sabemos la respuesta. Los alumnos razonan: ¿Para qué estudiar? cuanto más estudio mas sé, cuanto más sé más olvido, cuanto más olvido menos sé. Entonces ¿Para que estudiar? 

Se trata de hacer pensar, reflexionar; la reflexión profunda lleva al aprendizaje profundo. ¿Ocurre en la escuela? Mucho menos de lo deseable. ¿Durante la vida estudias? La verdad es que NO; tienes problemas, actividades, planes y buscas la manera de afrontarlos y para ello te apoyas en información, personas, recursos, etc. pero no hincas los codos y te pones a estudiar. Deberíamos preocuparnos de enseñar las cosas comunes, no las extraordinarias: todos necesitamos comunicarnos, aprender a convivir, superar la frustración, etc. y muy pocos dedicarán su vida a resolver integrales. Piensen qué pasó con los alumnos más brillantes de nuestra clase, los que mejores notas sacaban. ¿Acaso un currículum académico brillante es garantía de algo? 

Hay estadísticas que dicen que en una clase presencial un alumno, en promedio, hace una pregunta cada 10 horas. Qué ocurre ¿No piensan nada? ¿Eso es interactividad? 

Deberíamos preguntarnos porque los niños son capaces de pasar horas jugando a sus videojuegos (donde aprenden bastantes más cosas de las que en principio pudiese parecer) y sin embargo son incapaces de prestar atención a las asignaturas del colegio. Hay una frase que lo explica bien: Lo que me dicen, lo olvido, lo que me enseñan puede que lo recuerde, lo que hago y me involucra, lo aprendo. Uno está más motivado cuando ha participado activamente en la construcción de algo que de alguna manera le pertenece y lo identifica como propio. Si no participo, me cuesta motivarme y si no me motivo me cuesta aprender. Un contexto real, creíble y cercano muy parecido a la realidad que nos toca vivir cada día, donde somos los protagonistas de una historia, nuestra historia, refuerza enormemente la motivación por aprender.

Los alumnos son emisores y receptores, construyen también ellos los cursos con sus aportaciones, opiniones, y preguntas. Aprenden DE otros y CON otros y no sólo sirven de apoyo al aprendizaje de sus compañeros sino que realimentan ediciones posteriores de los mismos. No hay mejor manera de aprender que enseñar a otros.

Cuando tienes un objetivo, tienes interés en aprender para alcanzarlo. Este es un elemento fundamental porque el alumno aprende cuando él quiere y no cuando lo decide el profesor. No podemos obligarle a aprender lo que nosotros sabemos sin que le hayamos despertado un interés previo. ¿Por que los niños son capaces de pasar 3 horas viendo El Señor de los Anillos sin pestañear y no duran ni 10 minutos en un aula sin empezar a alborotar? ¿Quién no recuerda aquellos compañeros de colegio que sacaban siempre malísimas notas pero lo sabían todo acerca de fútbol? Tampoco podemos enseñarle lo que hemos decidido que queremos que sepa y menos todavía si es capaz de darse cuenta que seguramente no podrá aplicar o transferir a su trabajo lo que le estamos contando. El alumno debe perseguir sus propios objetivos y sólo aprende cuando se hace una pregunta y va a buscar la respuesta y no cuando la respuesta le viene sin que la haya pedido. Una buena respuesta me parece aquella que abre más preguntas, que no cierra los caminos. Las preguntas son el camino para tratar de ampliar el ámbito de las cosas que sabemos y apropiarnos de las que no sabemos.

Hay un último elemento muy relevante en relación a la motivación y es la enorme importancia de equivocarse, fracasar y cometer errores como detonante para el aprendizaje. Hacer implica posibilidad de equivocarse, lo que sabemos significa una ventana inigualable para aprender. Cuando cometemos un error, automáticamente se desencadena un mecanismo por el que tratamos de buscar una explicación a lo que está sucediendo y resolver el problema, bien por uno mismo o bien pidiendo ayuda. Y es en ese momento en el que estamos preparados para investigar, encontrar una solución o escuchar a alguien que nos ayude a encontrarla. Ese momento de aprendizaje es la clave y sólo se desata cuando las cosas no suceden como preveíamos, es decir, cuando nos equivocamos. 

“Un experto es una persona que ha cometido todos los errores que es 
posible cometer en un campo muy específico”.(Niels Bohr)

Sexto pecado: La mejor solución es una solución Blended (presencial – virtual)

Hace ya tiempo que la palabra Blended se pasea por los foros de opinión, presentaciones y artículos como sinónimo de la nueva propuesta que va a sacar al e-learning de su estancamiento permitiendo al mismo tiempo sobrevivir a la amenazada formación presencial. La solución perfecta y por arte de magia. No hay más que combinar lo presencial con lo virtual en la coctelera, agitar bien y listo para servir y consumir. 

La educación presencial tradicional trata al alumno como un mero espectador. Todo sigue girando alrededor de un profesor que monopoliza y acapara el espectáculo mediante lecciones magistrales. Los alumnos se limitan a escuchar callados durante horas, tratar de no aburrirse, memorizar lo necesario para aprobar el examen y continuar avanzando. Fabricamos meros asistentes, casi nunca participantes. Pensar que esta labor del profesor es enseñar y esta actividad de alumno es aprender es una ilusión.

Lo grave es que el problema continúa siendo el mismo. La versión online se limita a virtualizar lo presencial. El alumno sigue siendo el mismo espectador que era antes y además ahora está solo y con un artefacto tecnológico de por medio y las autopistas de la información que muchas veces no se comportan como tales.

¿Por qué el e-learning no puede ser mejor que la formación presencial? En las aulas el índice de participación de los alumnos es escaso y no queda registro de esas participaciones esporádicas. Conozco algunos buenos proyectos de e-learning que ofrecen al alumno la posibilidad de hacer, investigar y experimentar y eso es mil veces más divertido y atractivo que estar sentado pasivamente en una sala por muy bueno que sea el profesor. Además comparten su aprendizaje con otros, con sus pares y sus tutores. Colaboran, discuten, realizan proyectos en grupos, aprenden a relacionarse, a comunicarse, a hacer preguntas, a buscar información, a seleccionarla, la defienden públicamente, la argumentan, etc. No se aprende de los que piensan igual que uno. 

Las tecnologías no cambian la manera que tienen los seres humanos de aprender, pero ayudan a eliminar obstáculos. Aprender es recordar, es acción (hacer) e interaccion (reflexionar y compartir/contrastar con otros). El e-learning no consiste solamente en navegar por Internet o en descargar contenidos o acceder a diferentes recursos. Aprender a través de TICs es más complicado que acudir a un aula, a priori, hay más obstáculos que tener en cuenta. La ventaja es que los ordenadores tienen el potencial para dejar de ser un medio de hacer las mismas cosas más rápido y convertirse en una forma de hacer las cosas de una manera diferente.

Séptimo pecado: El Conocimiento es explícito y transmisible.

El conocimiento no es lo que creemos que es. El verdadero conocimiento es inconsciente, lo que habitualmente se denomina como conocimiento tácito. Esa propiedad de inconsciencia hace que sea casi imposible de manejar porque elude a su propio dueño. El cerebro sabe como ayudarnos a no ser conscientes. El conocimiento, como explica Agusti Canals, es aquello que nos permite tomar decisiones y actuar.

En mi opinión, el conocimiento no es accesible a otros de forma directa y por eso enseñar no es una actividad posible, mientras aprender si lo es. Pienso que se pueden hacer algunas cosas pero no muchas más que crear las condiciones idóneas y adecuadas, para que conocimiento se genere, se comparta y circule. 

Imaginemos esta situación. Vamos pedaleando en nuestra bicicleta y de repente, nos desequilibramos ligeramente hacia la izquierda. ¿Hacia que lado giraríamos el manillar para evitar caernos? Les puedo garantizar que aunque muchos responderán erróneamente, hacia la derecha, sin embargo harán lo correcto, girarán hacia el mismo lado en que se desequilibran y evitarán caerse. ¿Cómo es posible que hagamos lo correcto y al mismo tiempo pensemos lo incorrecto? Por que el conocimiento está en nuestros ojos, en nuestras manos, en nuestras piernas y porque el conocimiento práctico es abstracto, intangible y difícilmente explicitable.

Para que el conocimiento se transforme en inconsciente solo existe un camino. Practicar hasta un punto en que las cosas ocurren naturalmente, sin esfuerzo, lo que muchos autores llaman el estado de flujo. La mayoría de las acciones que lleva a cabo un virtuoso ocurren, como parte de una respuesta automática, como parte de su sentido común. Es decir, no son el resultado de un proceso racional y ordenado de reflexión y acción. No lo deciden, sino que simplemente les pasa, dejan de prestar atención a la habilidad que ejecutan, la han interiorizado. 

Si a lo largo de un proceso de aprendizaje, los alumnos tienen acceso a cualquier tipo de recursos excepto a practicar, difícilmente estarán aprendiendo algo. Esta es la causa por la que olvidamos a resolver integrales y por la que los futbolistas o los tenistas, que ya saben jugar a fútbol y al tenis, se entrenan sin embargo todos los días. El conocimiento debe ser conocimiento “accionable”, que lleva a actuar, a la acción, a cambiar el comportamiento y hacer las cosas de manera diferente y mejor.

Haciendo referencia a la cita de Savater, cuando uno recuerda sus épocas de estudiante se da cuenta de que en realidad, somos grandes escuchadores y escritores. Lo malo es que rara vez escuchamos o escribimos nuestras propias ideas, nuestros propios pensamientos. Casi siempre repetimos lo que otros hicieron, dijeron, opinaron. Repetimos lo que el profesor quiere oír pero casi nunca creamos cosas propias, casi nunca investigamos, formulamos hipótesis. Y estamos dilapidando un enorme caudal de creatividad que todo ser humano lleva dentro y al mismo tiempo generando muy poco conocimiento propio.

Charles Kettering de General Motors, una de las mentes más creativas de este siglo lo resume bien: 
Un inventor no es más que una persona que no se toma la educación demasiado en serio. Desde que tenemos 6 años hasta que terminamos nuestra carrera universitaria, hay que pasar montones de exámenes al año. Si suspendemos uno, estamos perdidos. Pero un inventor está fracasando casi siempre. Lo intenta y fracasa quizá mil veces. Pero si lo consigue, es estupendo. Son dos cosas diametralmente opuestas. Yo suelo decir que el trabajo más importante es el de enseñar a un nuevo empleado a fracasar inteligentemente. Es preciso que le enseñemos a experimentar una y otra vez y a seguir intentándolo y equivocándose hasta que sepa a ciencia cierta lo que funciona. 

1 comentario:

  1. Gracias por el artículo de Javier Martínez me ha parecido interesante y tiene varios ejemplos claros y útiles para mis cursos de formación docente.

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