Vivimos
una intensa revolución tecnológica. Por ejemplo, hace aproximadamente 23 años que usamos los teléfonos móviles, 18
años que empleamos ordenadores con Windows y
navegamos por internet, 6 años que nos relacionamos por Facebook, y 5
años que hacemos “de todo” con los
smartphones o teléfonos inteligentes. Realmente, nuestros hijos e hijas no
podrían imaginarse cómo era el mundo antes de todos estos cambios, ellos son “nativos
digitales” y nosotros somos “inmigrantes
digitales”. Los inmigrantes hablamos con acento, nos cuesta entender y por
tanto expresarnos digitalmente.
Sin embargo, la educación en general, apenas ha hecho nada
para adaptarse al nuevo perfil de alumno que son. Así como un científico, un
soldado o un médico del siglo XIX sería incapaz de manejarse en un laboratorio,
un campo de batalla o un quirófano actual, un profesor sin embargo no tendría
ningún problema en adaptarse, situarse ante la pizarra, tiza en mano, y rememorar
la conocida frase de Fray Luis de León: “Como decíamos ayer…”
Los jóvenes son el futuro, está claro, pero aunque no es
mucho lo que sabemos acerca del futuro, sí que podemos asegurar que será muy
diferente del presente y que los conocimientos vigentes actualmente pronto
estarán obsoletos. Hace no mucho tiempo, era habitual que un joven aprendiese
una serie de habilidades que con seguridad le servirían para desempeñarse
durante toda su vida. Las cosas han cambiado mucho. Necesitamos un enfoque diferente
para preparar a los jóvenes actuales para un mundo donde la mayoría de los
profesionales realizan trabajos que ni siquiera existían cuando nacieron. Hay
una estadística que señala que en los próximos diez años, el 80% de las
tecnologías utilizadas hoy en día serán obsoletas y que en promedio, un
ciudadano medio de nuestra generación se desempeñará en al menos 12 trabajos
diferentes a lo largo de su vida. Hoy necesitamos licenciados que sepan
desempeñase en campos que NO han aprendido, en profesiones que no existían
cuando estudiaban. Lo que debe hacer la educación es prepararlos para
enfrentarse a un mundo que va a ser
diferente al que conocieron en el colegio y en el que van a tener que ser innovadores, creativos y emprendedores
más que ejercer conocimiento.
Pero además de mirar hacia el futuro, le educación debe analizar
sus resultados actuales, reflexionando e intentando dar una solución. En
España, existe una tasa de abandono escolar notoria: casi 3 de cada 10 chicos,
y 2 de cada 10 chicas, abandonan; pero si además se analizaran los alumnos que
tienen muchas dificultades para graduarse, o los que simplemente aprueban y
pasado el examen recuerdan más bien poco de lo estudiado, el panorama sería
peor con toda seguridad. No hay dos alumnos iguales y la escuela tiene que
educar de manera personalizada a cada uno, facilitando que saque lo mejor de
sí. Desde que en 1983, Howard Gardner postuló la Teoría de la Inteligencias Múltiples, afirmando que todos tenemos ocho inteligencias diferentes, se abre
como consecuencia, una manera nueva de enfocar la educación personalizada, una educación que ha conseguido mejoras en
un 78 % de los alumnos con dificultades
de aprendizaje, mejoras de disciplina en un 81 % de los casos, mayor
participación de los padres en la escuela en un 80 %, además de minimizar los
problemas de conducta, incrementar la autoestima, desarrollar las habilidades
de cooperación y liderazgo, aumentar enormemente el interés y la dedicación al
aprendizaje, e incrementar un 40 % el conocimiento. Desde esta educación se
atiende a las ocho inteligencias: lingüístico-verbal, lógico-matemático, cinético-corporal,
naturalista, musical, viso-espacial, interpersonal e intrapersonal.
Es evidente que si tenemos ocho inteligencias debemos
intentar desarrollarlas, pero también resulta evidente que cuanto más natural
sea el entorno de aprendizaje, mejores resultados se obtendrán. Los niños
aprenden a hablar en su familia, sin que nadie tenga que hacer ningún esfuerzo
especial por enseñarles. ¿Por qué entonces nos empeñamos en intentar enseñar
los conocimientos en asignaturas estancas, acaso el mundo real está separado en
historia, geografía, matemáticas? ¿Y por qué fomentamos en las clases la
competencia y el individualismo?, cuando está claro que en la realidad laboral
presente y futura es imprescindible la cooperación y el trabajo en equipo. ¿Y
no es lo habitual que interactuemos con nuestro entorno, que tengamos un papel
activo? Pues entonces ¿por qué hay estadísticas que dicen que en una clase
presencial un alumno, en promedio, hace una pregunta cada 10 horas, y que casi el 70% del tiempo de clase lo
consume el profesor hablando a los alumnos? Unas alternativas efectivas a esa
educación en la que se fomenta mediante asignaturas estancas lo competitivo,
individualista y pasivo, es el Aprendizaje
Cooperativo y el Aprendizaje por
Proyectos.
Debemos ofrecer la mejor educación, una educación que
prepare a nuestros alumnos para su futuro, fomentando su creatividad e
innovación, mediante una metodología que se apoye en su entorno natural
haciendo uso de las tecnologías actuales, que busque la excelencia de sus
capacidades personales de manera individualizada teniendo en cuenta sus
inteligencias múltiples. Una educación que a través del aprendizaje cooperativo
y del aprendizaje por proyectos, impulse
un aprendizaje duradero y profundo, a la vez que desarrolla las habilidades
sociales y la inteligencia emocional, tan importantes para desenvolvernos con
éxito en el entorno laboral y nuestra vida en general.
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